IoT: Tecnologías, aplicaciones, estado actual y futuro

Actualmente, la humanidad vive un progreso tecnológico nunca visto a lo largo de su historia y que se caracteriza principalmente por su frenética evolución en campos muy diferentes. Este progreso tecnológico abanderado por internet, conducido por las mejoras en: microprocesadores, capacidades de almacenamiento de datos, anchos de banda disponibles en las redes, tecnologías de sensores, protocolos de comunicación o sistemas de almacenamiento energéticos, entre otros, y afianzado por los avances en la gestión de sistemas, ha permitido, entre otras cosas, que una gran variedad de entornos (profesionales y personales), hayan sido informatizados, automatizados y conectados a internet.

Así, internet ha pasado de ser un medio reservado solamente a facilitar el acceso a la información a convertirse en un medio que posibilita la comunicación entre diferentes dispositivos, permitiendo su acceso y control a distancia. Esa variedad de dispositivos va desde simples ordenadores y móviles a un termostato en una habitación o el congelador de una cocina, pasando por equipos e instalaciones en factorías, en definitiva, cualquier dispositivo susceptible de ser conectado a internet (actualmente, el número de dispositivos conectados a internet excede los 30 billones, estimándose que este número alcanzará los 75 billones en el 2025).

En consecuencia, todo esto ha propiciado que actualmente el Internet de las Cosas (en inglés Internet of Things, o en sus siglas IoT) se haya convertido en la principal tendencia tecnológica, encabezando el desarrollo en el sector de las TIC (Tecnologías de información y Comunicación), así como de otros sectores que han visto en las nuevas tecnologías IoT un futuro prometedor como fuente de innovación y nuevos modelos de negocio.

Tecnologías del IoT

Al hablar del IoT, aunque parezca extraño, es correcto hablar de tecnologías IoT, en plural y no en singular, ya que es la combinación de diferentes tecnologías la que subyace en los fundamentos del Internet de las Cosas. Según los expertos en este campo, las tecnologías habilitadoras más relevantes para el IoT son:

Miniatuarization Technology

El hecho de informatizar, automatizar y conectar a internet cualquier entorno pasa por la necesidad de que las tecnologías TIC puedan ser fácilmente implantadas en objetos muy diversos, permitiendo que cualquier objeto físico de ese entorno, así como los chips y sensores asociados, sean cada vez más pequeños, facilitando de esta manera su integración.

Tagging Technology

Una característica esencial del Internet de las cosas es su capacidad para detectar e identificar cualquier objeto físico (sensor, actuador, etc.) en un entorno cualquiera. En entornos como la industria automovilística o logística, donde el IoT presenta un futuro prometedor, existen una gran cantidad de objetos que deben ser rastreados, por lo que la necesidad de tecnologías de etiquetado económicas, sencillas de usar y fáciles de implantar son relevantes en el IoT.

Actualmente, la principal tecnología que cumple con las necesidades del IoT, la tecnología RFID, donde el concepto de etiquetado activo (active RFID tags) gana cada vez más atención frente al etiquetado pasivo (passive RFID tags).

Sensor Technology

La capacidad de detectar pasa por la necesidad de una tecnología de sensado que permita esa detección y además no estar restringida solo a la detección de objetos etiquetados, sino a un abanico más amplio de elementos como son: personas, vehículos, temperatura, movimiento, presión, humo, compuestos quimos, etc.

Por otro lado, esta tecnología no solo se centra en la pura detección (sensores), sino que amplía su radio de acción hacia la interacción con el entorno (actuadores), permitiendo adaptarse y realizar acciones que interactúan (abrir una puerta o encender la luz al detectar una persona, accionar protocolos de seguridad al detectar humos, etc.)

Communication Technology

La comunicación es un parte esencial en los ecosistemas IoT ya que permite el intercambio de toda esa información generada por los diferentes dispositivos que lo conforman. Los protocolos de comunicación, que permiten ese intercambio de información en entornos muy variados y a través de comunicaciones inalámbricas principalmente, son la pieza angular en la comunicación.

En el IoT esta comunicación puede realizarse usando protocolos muy distintos, por lo que el uso de uno u otro protocolo depende del ecosistema IoT, de donde se encuentra, de los dispositivos que lo conforman y de los sistemas externos con lo que se necesite esta comunicación. Por ello, no existe un único y mejor protocolo, de hecho, en un mismo ecosistema IoT pueden coexistir diferentes protocolos que abarquen necesidades diferentes. Su elección depende siempre de las necesidades del ecosistema.

Una cosa a tener en cuenta a la hora de elegir un protocolo es la dimensión de nuestro ecosistema IoT, que es establecida por el rango de red necesaria para la correcta comunicación entre los diferentes dispositivos del ecosistema. Existen cuatro rangos de red:

WAN (Wide Area Network): cubre las comunicaciones en grandes distancias, que van desde grandes ciudades a la comunicación ente ciudades.

(Wide Area Network): cubre las comunicaciones en grandes distancias, que van desde grandes ciudades a la comunicación ente ciudades. MAN (Metropolitan Area Network): cubre las comunicaciones en media distancias, que van desde ciudades pequeñas a unas pocas manzanas.

(Metropolitan Area Network): cubre las comunicaciones en media distancias, que van desde ciudades pequeñas a unas pocas manzanas. LAN (Metropolitan Area Network): cubre las comunicaciones en distancias cortas, que van desde edificios a casas.

(Metropolitan Area Network): cubre las comunicaciones en distancias cortas, que van desde edificios a casas. PAN (Personal Area Network): cubren las comunicaciones en distancias muy cortas, que van desde varias personas a una persona.

Atendiendo a los diferentes rangos de redes, las comunicaciones en ecosistemas IoT se circunscriben actualmente a redes del tipo LAN y PAN.

Smart Technology

La gran cantidad de datos generados e intercambiados en los ecosistemas IoT tienen un gran potencials. La aplicación de procesos de Big Data y tecnología Cloud para la correcta gestión y procesado de grandes volúmenes de datos es de vital importancia (laboratorio IoT y desarrollo en Cloud de un dispositivo de sensorización).

Por otro lado, el uso de estos datos para la posterior aplicación de técnicas de Machine Learning, Deep Learning o Inteligencia Artificial, confiere a los ecosistemas IoT la capacidad de aprender de su entorno y la posibilidad de toma de decisiones inteligentes (“smart”).

Esta combinación de diferentes tipos de tecnologías hace que los actuales ecosistemas IoT presenten arquitecturas con diferentes niveles o capas (“layers”) de abstracción. Las dos principales modelos de arquitectura son:

Arquitectura de 3 capas Capa de Percepción: hace referencia a los sensores y actuadores. Capa de Comunicación : hace referencia a los protocolos, tipos de comunicación e infraestructura de la red. Capa de Aplicación : hace referencia a los servicios y aplicaciones que proporciona el ecosistema IoT a nivel usuario.

Arquitectura de 5 capas : Posee dos capas en común con la anterior arquitectura, las capas de Percepción y Comunicación que funcionan exactamente igual y, además: Capa de Transporte : hace referencia a la comunicación de datos entre las capas de Percepción y Procesamiento Capa de Procesamiento : hace referencia a todos aquellos servicios que permiten la gestión y procesamiento de datos. Capa de Negocio : hace referencia a la gestión completa del ecosistema IoT, desde la administración de aplicaciones a nivel usuario, privacidad de usuarios y modelos de negocio.

Aunque con similitudes, estas arquitecturas no son idénticas. Desde un punto de vista conceptual, la arquitectura de 3 capas es perfecta ya que describe completamente la lógica de la tecnología IoT: los datos recabados por los dispositivos físicos se transmiten hacia otros dispositivos, servidores o elementos de la red y se procesan en las aplicaciones finales para un uso concreto. No obstante, a la hora de desarrollar aplicaciones reales, se necesita un mayor nivel de detalles por lo que es necesario arquitecturas con más capas y añadir nuevos conceptos.

Aplicaciones del IoT en los diferentes sectores

El IoT donde cualquier objeto es susceptible de ser conectado a internet abre un mundo de nuevas aplicaciones. La versatilidad de los sistemas IoT impulsa la aparición de aplicaciones de IoT en una amplia variedad de entorno, por ejemplo:

Smart Environments

La monitorización en tiempo real de entornos físicos y aprender de los datos que se generan en ellos, nos permitiría tener una actitud más activa que reactiva frente a los cambios. Con esto en mente nacen conceptos como:

Smart Cities: Ciudades cuya red de sensores permitiría el control automático de la iluminación en función de las necesidades ambientales, supervisar los niveles de polución modificando el tráfico si es necesario o modificar el tráfico dinámicamente para que sea más fluido. Por otro lado, sería posible dar información en tiempo real de existencia de aparcamientos, de estaciones de recarga para vehículos eléctricos o disponibilidad de vehículos compartidos (smart mobility).

Smart Home : Casas donde la automatización de tareas permitiría optimizar el ecosistema en el que se habita en términos de luz, calor, agua o consumo energéticos.

Smart Farming: El despliegue de redes de sensores en estos entornos permitiría optimizar los recursos en términos de agua, fertilizante o plaguicidas, reduciendo gastos y aumentando la productividad de terreno.

Smart Energy

Conocer y predecir los recursos energéticos existentes (renovables y no renovables) así como necesidades energéticas de los usuarios y la predicción de éstas, es crucial para hacer un uso más inteligente y sostenible de las fuentes de energía. Así, en este entorno, el IoT se presenta como una pieza clave para llevar a cabo la gestión activa y eficiente a nivel energético.

Smart Industry

En el sector industrial, principalmente manufacturero, es donde más rápidamente vieron los beneficios del IoT. La monitorización y análisis de la producción industrial a través de una red de sensores ha permitido entre otras cosas la optimización de procesos y la predicción de fallos en infraestructuras.

Smart Health

Las aplicaciones de IoT en medicina tienen un futuro prometedor. La idea de un sistema portable de monitoreo de variables médicas humanas basado en el ioT permitiría un seguimiento en tiempo real de la salud de una persona, pudiendo detectar/predecir con antelación posibles enfermedades desarrollándose una medicina más activa que reactiva.

Como puede verse, el IoT tiene una gran cantidad de aplicaciones, la mayoría de ellas aún por descubrir y explotar que implicará la aparición de nuevas tendencias IoT. Este hecho le confiere al IoT ese carácter fuertemente transformador y disruptivo. Seguidamente veremos algunos ejemplos de uso reales del IoT en la actualidad.

Ejemplos del uso del IoT en la actualidad

En el apartado anterior hemos hablado de posibles aplicaciones o tendencias IoT en diferentes escenarios, en este apartado veremos varios ejemplos de IoT reales.

Existen muchos ejemplos de aplicaciones reales, siendo imposible abarcarlos todos. Aquí solo prestamos unos pocos ejemplos representativos de lo que se está haciendo a nivel de mercado.

Rolls-Royce y mantenimiento predictivo

El presente ejemplo de uno de los casos más claros de IoT en la empresa y de la importancia de IoT como fuente de nuevos modelos de negocio. La empresa Roll-Royce desde 2018 incorpora en sus motores el sistema EHM (Equipment Health Monitoring), conformado por una red de sensores de todo tipo que le permite acceder, en tiempo real a través de servicios Cloud, al estado de sus equipos.

La idea inicial era controlar el funcionamiento en vuelo de sus motores para ayudar a sus ingenieros en su optimización, diseño, modificación, reparación y análisis. No obstante, el sistema generaba tal volumen de datos que al aplicar técnicas de machine learning les permitía hacer mantenimiento predictivo de sus equipos. A su vez, esto les permitió estimar los recambios necesarios y donde iban a ser necesarios, optimizando así, el número conveniente de piezas de recambio en stock y el tiempo de envío de estas.

Pulseras inteligentes, píldoras inteligentes y mucho más

El deporte, la salud y el bienestar son un mercado muy goloso donde el IoT tiene mucho que decir. La variedad de dispositivo que usan tecnología IoT es muy amplia:

Smart watch : pulseras inteligentes que aparte de medir constantes vitales (photoplesthynography technology) y los progresos deportivos de un usuario, todo accesible a través de la nube, permite también la realización de pagos electrónicos (tecnología NFC) o conectarse mediante bluetooth a tus auriculares inalámbricos para escuchar música.

PillCam : es una píldora con sensores y cámara que permite realizar un análisis completo en su tránsito a través del tubo digestivo, evitando así otras técnicas más limitadas e invasivas como la colonoscopia. A lo largo de su trayectoria realiza un envío en tiempo real de video, así como otros parámetros y constantes.

Mimo: es un traje para bebes que permite la monitorización en tiempo real de las constantes del bebe (presión sanguínea, ritmo cardiaco, frecuencia de respiración, temperatura u oxígeno en sangre). Todo ello accesible dese la nube a través del teléfono con el que traje está conectado a través de WiFi.

Domótica integrada

La casa es otro entorno donde el IoT tiene un gran potencial para aumentar la comodidad en el hogar y reducir el gasto. A pesar de su lenta adopción en los hogares, ya existen soluciones de mercado de gran interés:

Nest : dispositivo de la compañía Google, compatible con una gran cantidad de dispositivos y sistemas, permite el control smart devices (altavoces, pantallas, sistemas de comunicación…), termostatos, detectores de humos o sistemas de seguridad, haciendo que se ahorre en consumo energético y mejorando la habitabilidad de la casa.

HarvestGeek: sistema de monitorización y automatización para plantas, permite controlar el crecimiento y regadío de forma autónoma.

Estado actual del IoT

A pesar de las declaraciones de importantes consultoras sobre el crecimiento exponencial del IoT, la realidad es que nos encontramos en un momento incipiente de esta tecnología. El consenso entre expertos en IoT es amplio “aún estamos en el principio de su desarrollo”. Actualmente, donde se encuentra más desarrollada la tecnología IoT es el sector industrial, principalmente grandes empresas, donde rápidamente han visto el potencial de este nuevo paradigma.

Por otro lado, las Pymes van bastante más rezagadas en su implantación, principalmente poque no tiene “know-how”, no tienen ese conocimiento práctico, necesitando de otros socios que les ayuden en sus proyectos.

Al mismo tiempo, otros sectores como son el de la salud, domótica o agricultura, el desarrollo del IoT se ve lastrado por razones muy diferentes. Los dos primeros ven frenado su implantación por la falta de seguridad en los entornos IoT. Como se verá más adelante la ciberseguridad y la protección de datos es una asignatura pendiente en el IoT. En cambio, la implantación del IoT en la agricultura, viene ralentizado por lo tradicional del sector, donde las nuevas tecnologías IoT de gran innovación son difíciles de incorporar.

Si sopesamos las ventajas y desventajas del IoT, está claro que los beneficios de IoT son mayores que su no implantación. No obstante, es necesario una correcta formación a diferentes niveles (educativo, laboral y empresarial) para facilitar la implantación de esta tecnología y que así emerjan sus potenciales beneficios.

Futuro del IoT

Como se ha comentado anteriormente, la tecnología IoT está en sus inicios, necesitando de esa maduración para ser adoptada por la sociedad e implantada a nivel empresarial. Por otro lado, esa falta de madurez hace que el futuro del IoT presente desafíos que están por resolver. Seguidamente presentamos algunos de ellos que a corto plazo tienen una gran importancia.

La energía

En un mundo lleno de sensores y actuadores, así como otros dispositivos, se hace necesaria la implementación de sistemas de energía confiables, que garanticen el suministro eléctrico en todo tipo de situaciones. Quizás este problema no esté presente en entornos industriales y edificios donde hay fuentes de energías cercanas. No obstante, si tenemos en cuenta hacia donde están evolucionando los ecosistemas IoT, donde la mayoría de los dispositivos que los conforman están libres de cables de conexión, garantizar el suministro eléctrico es un reto de primer nivel.

La solución de este problema pasa por la combinación de varios enfoques:

Desarrollo de baterías de larga duración, sin efecto memoria y que permitan ciclos de recarga parciales sin pérdida de rendimiento en los casos donde sea posible la recarga.

Desarrollar hardware con menos demanda energética y usar técnica de programación más depurada en el desarrollo de software para reducir el consumo en su ejecución.

Sistemas de recarga de baterías. Puede pensarse que una solución a este problema es el uso de pequeños paneles solares, pero ¿Qué pasa cuando esta solución es inviable? Una solución a este problema es el uso de sistemas de recolección de energía ambiente estos sistemas recolectan cantidades ínfimas de energía (energía cinética, térmica o de radiofrecuencia) y la almacenan.

La seguridad

Una de las principales debilidades de los ecosistemas IoT es la seguridad a diferentes niveles (desde la mera alimentación eléctrica hasta sus aplicaciones finales), siendo un pilar esencial que en muchos casos lastra fuertemente su adopción.

Cuando hablamos de seguridad en ecosistemas IoT no solo nos referimos a la ciberseguridad clásica diseñada para sistemas informáticos, es mucho más, hablamos de cuestiones tan fundamentales hoy en día como la privacidad de los datos que son generados y gestionados en estos entornos. Por otro lado, los entornos IoT tenderán a interactuar más con el entorno físico donde son desplegados, así que los aspectos de seguridad física de personas y objetos son otro foco de atención en el desafío de la seguridad.

La estandarización

A lo largo del articulo hemos visto en los ecosistemas IoT que: i) surgen de la combinación de diferentes tecnologías, ii) presentan diferentes rangos de redes (WAN, MAN, LAN y PAN) donde ser usados, iii) tienen una gran cantidad de estándares de comunicación (protocolos) no aplicables en todos los rangos de red, iv) poseen diferentes tipos de arquitectura y iv) tienen una seguridad muy débil, casi inexistentes. Atendiendo a todo eso, en el IoT urge la necesidad de una estandarización diferentes niveles que asegure una comunicación y correcto funcionamiento de los ecosistemas IoT.

Como puede verse, la tecnología IoT presenta una serie de desafíos de suma importancia. Aquí hemos presentado los más importantes a corto plazo, aunque existen otros que actualmente no son un problema pero que a la larga presentarán nuevos desafíos.

Internet de las Cosas: la tecnología que culmina el viejo sueño de conectarlo todo

El ser humano ha vivido con una constante en las últimas décadas: conectarlo todo, todo y todo. Una obsesión en toda regla impulsada en gran parte por la milmillonaria industria de las telecomunicaciones y, sobre todo, por la necesidad inherentemente humana de relacionarnos con los demás y de entender el máximo posible el entorno que nos rodea. Quizás sea la famosa adaptación al medio por la supervivencia de la especie, solo que en una interpretación donde sustituimos la experiencia y la intuición por la innovación y la técnica.

De hecho, los primeros antecedentes de esta espiral obsesiva por la hiperconectividad los encontramos bien al inicio de los libros de historia. Ya en la Edad Antigua se vio clara la necesidad de que nosotros, los humanos, nos pudiéramos comunicar a largas distancias para avisar de posibles enemigos o de cualquier otra amenaza.

Y lo que nuestros vecinos del Mediterráneo idearon fueron los telégrafos de agua: unos barriles llenos de agua hasta determinado nivel, que se tapaban o destapaban de acuerdo a la señal de fuego que se quisiera enviar. A diferencia de las señales de humo tradicionales, con este invento -gestado por el griego Eneas el Táctico- se podían enviar mensajes concretos y no simples avisos de que algo estaba pasando.

Para hacerlo, cada polo de la peculiar conversación contaba con uno de estos barriles. El que quería transmitir una señal avisaba a su colega mediante una antorcha y, cuando se confirmaba que estaba a la escucha, ambos comenzaban a verter el agua. En el proceso, una varilla con varios códigos predefinidos iba desvelando el mensaje hasta que la antorcha era apagada.

Según los análisis de la Universidad de Valencia, hacia el año 150 antes de Cristo ya había unas 3.000 redes de esta suerte de telégrafos de agua en todo el territorio controlado por los romanos. Fue el primer sistema organizado para enviar y recibir mensajes en largas distancias y construir, poco a poco, una verdadera sociedad de la información.

Vale, muy interesante pero, ¿qué tienen que ver estos telégrafos de agua con el mundo actual o el internet de las cosas? No adelantemos acontecimientos. Por lo pronto, hagamos otro pequeño gran salto temporal hasta finales del siglo XIX. En el camino ya se han descubierto la electricidad, los telégrafos electromagnéticos, la telegrafía de hilos de Joseph Henry y se ha instalado el primer cable submarino trasatlántico entre Estados Unidos y Francia (1866).

Pero sería un día de los enamorados, 14 de febrero de 1876, cuando un tal Alexander Graham Bell patentó el primer teléfono: un sistema compuesto de micrófono y altavoz, casi al mismo tiempo que Elisa Gray patentaba precisamente el micrófono. Tan sólo un curso más tarde se instaló la primera línea telefónica en Boston y, sumando 365 días más, nos encontramos ya con una flamante central telefónica en New Haven (EEUU), con un todavía humilde cuadro de control para 21 privilegiados.

En este justo momento, algo cambió en el imaginario colectivo de la Humanidad: las distancias geográficas ya no eran impedimento para oír la voz de aquellos seres queridos o para hacer negocios a miles de kilómetros. Las fronteras se relativizaban y se sentaron las bases de un comercio a escala internacional que son el antecedente de la actual globalización. Aun con hilos, la obsesión por conectarlo todo acababa, en pleno siglo XIX, de cambiar las reglas de juego para siempre. Y únicamente habíamos conseguido unirnos mediante la voz…

Los comienzos de internet

Pero una cosa es conectarnos mediante la voz y otra muy distinta es poder transmitir unos y ceros que representen documentos, imágenes, vídeos y cualquier otro formato digital que podamos imaginar.

Aquí es cuando toca hablar de internet. Esa red de redes que hoy damos por sentado tiene su origen en 1969, en plena Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.

Ese año surgía una red militar y académica para el intercambio de información entre distintos científicos y organismos de defensa de EEUU, llamada Arpanet. Haría falta una década más para que se gestaran los protocolos TCP/IP que permitían la transmisión de bloques de datos entre ordenadores en remoto.

Acabaría la Guerra Fría antes de que esas incipientes redes pudieran dar el salto a nuestras vidas cotidianas. En 1990, fue Tim Berners-Lee quien implementó la primera comunicación exitosa entre un cliente Hypertext Transfer Protocol (HTTP) y un servidor a través de internet. Bienvenidos a la World Wide Web (WWW), bienvenidos a la Sociedad de la Información. La primera página web data de un curso después. Y, dos años más tarde, esta tecnología ya sería una realidad comercial en toda regla.

El resultado lo conocemos bien: un universo hiperconectado a internet, donde el correo electrónico o los primeros directorios -como Yahoo- fueron solo los precursores de todo un universo paralelo, invisible a nuestros ojos pero del que dependemos en nuestro día a día hasta puntos insospechados.

El internet de las personas

De la antigua Roma y sus telégrafos de agua con los que informar de sencillos mensajes a distancia hemos pasado a la gran revolución del siglo XIX (con las comunicaciones telefónicas por cable y aire que dieron rienda suelta a la globalidad del conocimiento, la diplomacia o el comercio en tiempo real) y a la primera era de internet, la que hasta ahora ha permitido que los humanos formemos parte de una ingente red en la que intercambiarlo TODO (así, en mayúsculas), en la que trabajar desde casa, vernos a pesar de los kilómetros, entretenernos o mejorar nuestra vida cotidiana -desde la movilidad hasta la comida a domicilio- con la tan manida transformación digital que encuentra en internet su ingrediente básico y elemental.

Pero la obsesión por conectarlo todo tiene una parada más en el trayecto. El billete para este viaje tiene como destino la década de los 90 y como particular estación aquella en la que en lugar de acceder nosotros, seres de carne y hueso, a que sean dispositivos inteligentes los que protagonicen ambos polos de la transmisión.

El nombre de esta tendencia es de cajón: internet de las cosas (Internet of Things, IoT, por sus siglas en inglés). Como decíamos, hablamos de la expansión natural de la red de redes -impulsada en su parte de infraestructura por el avenimiento de la 5G, que promete la latencia y capacidad necesarias para este enfoque- conforme más sensores inteligentes se van incorporando a elementos físicos conectados a ella, desde electrodomésticos hasta coches, pasando por las plantas industriales y un sinfín de dispositivos más.

Toca admitir que las primeras materializaciones del internet de las cosas fueron dignas de una película cuanto menos. Ya en 1874 unos científicos franceses instalaron dispositivos de información meteorológica y de profundidad de nieve en la cima del Mont Blanc que, a través de un enlace de radio de onda corta, enviaban sus datos a París.

Sin embargo, el considerado como primer dispositivo IoT es obra de John Romkey y su gestación fue fruto nada menos que de una extravagante apuesta. Dan Lynch, presidente de Interop, le prometió a Romkey que tendría un lugar destacado en la siguiente feria de este grupo de geeks si lograba “conectar su tostadora a la Red”.

Dicho y hecho: Romkey dotó a una simple tostadora de una conexión TCP/IP a un ordenador que, a su vez, era capaz de encender y apagar el electrodoméstico a su antojo mediante el protocolo de gestión de red SNMP (Simple Network Management Protocol), Obviamente, esa simple tostadora -que recibió el rimbombante nombre de ‘Sunbeam Deluxe Automatic Radiant Control Toaster to the Internet’- fue el centro de todas las miradas en la zona de expositores en este congreso.

La 'tostadora conectada' de John Romkey.

Lo suyo fue un desafío entre compañeros, una hazaña propia de una noche de cervezas entre personas con profundas raíces técnicas. Pero este peculiar logro se produjo casi al mismo tiempo que la Academia empezaba a interesarse en la difusión de la aún incipiente internet entre las máquinas.

Es el caso del científico norteamericano Mark Weiser, quien publicó un artículo en 1991 en el que ya anticipaba el concepto de computación ubicua que define tanto el internet de las cosas como el todavía impensable polvo inteligente. Especialmente reseñable en un aspecto: el de la omnipresencia invisible que marcará la era del smart dust.

“Las tecnologías más profundas son aquellas que desaparecen, aquellas que se integran a si mismas en el funcionamiento de las vidas diarias hasta que no podemos distinguirlas de ellas”, decía Weiser en su -incluso hoy- atrevida publicación.

Estos son los difusos y causales orígenes del internet de las cosas, marcados también por la propia naturaleza del concepto: al fin y al cabo, llevamos conectando maquinaria entre sí desde hace décadas. Pero es el año 1999 en el que parecen confluir todos los astros para que tres personajes únicos desarrollaran esta idea en paralelo de una forma más específica y detallada.

Los tres artífices del internet de las cosas

El primer protagonista es Kevin Ashton, sobre quien recae más consenso para ser considerado como el padre de la criatura. En ese mágico 1999, Ashton mencionó por primera vez este término en una conferencia que impartió en Procter & Gamble.

“Puede que me equivoque, pero estoy bastante seguro de que la frase ‘Internet of Things’ vino a la vida como el título de una conferencia que hice en P&G, vinculando la idea de aplicar comunicaciones por radiofrecuencia (RFID) en la cadena de suministro con ese debate de que internet era algo más que una buena forma de conseguir atención ejecutiva”, ha recordado posteriormente el propio experto.

Kevin Ashton, inventor del concepto de internet de las cosas. Foto: Avast.

Tan convencido estaba el buen hombre de lo prometedor del IoT que, ese mismo curso, abrió las puertas de los Auto-ID Labs, el sucesor del centro del MIT Auto-ID, fundado por el propio Ashton, David Brock y Sanjay Sarma.

“Si tuviésemos ordenadores que fuesen capaces de saber todo lo que pudiese saberse de cualquier cosa –usando datos recolectados sin intervención humana– seríamos capaces de hacer seguimiento detallado de todo, y poder reducir de forma importante los costes y malos usos” detallaba Ashton. “Sabríamos cuando las cosas necesitan ser reparadas, cambiadas o recuperadas, incluso si están frescas o pasadas de fecha. El internet de las cosas tiene el potencial de cambiar el mundo como ya lo hizo internet”.

Pero Kevin Ashton no fue el único que a finales del milenio pasado cayó en cuál sería la siguiente gran ola de la tecnología. Otro colega suyo, Neil Gershenfeld -del prestigioso MIT Media Lab-, plasmó pensamientos muy parecidos en su libro ‘When Things Start to Think’.

“En retrospectiva, parece que el rápido crecimiento de la World Wide Web puede que solo sea el trigger charge que está preparando la gran explosión, conforme las cosas comiencen a usar la Red”, detallaba Gershenfeld.

Y cerramos este triunvirato con Neil Gross, a quien debemos la difusión masiva de este concepto. En un artículo en ‘Business Week’, Gross predijo el alto impacto que un internet de las cosas tendría en abstracto, pero infiriendo aplicaciones en términos de sostenibilidad, salud humana o reinvención del modelo económico.

“En el siguiente siglo, el planeta usará internet como una plataforma para transmitir sus sensaciones (…) Lo hará por medio de una piel con millones de dispositivos de medición incorporados: termostatos, sensores de presión, detectores de polución, cámaras, micrófonos, sensores de glucosa, electroencefalogramas…”, explicaba Gross. “Se monitorizarán ciudades y especies en peligro de extinción, la atmósfera, nuestros barcos, autovías y flotas de camiones. También nuestras conversaciones, nuestros cuerpos e incluso nuestros sueños”.

Neil Gross se apoyó en aquel momento en grandes tecnólogos de la época, como John Parkinson, jefe de tecnología de la consultora EY: “Aunque las redes de silicio no se parecen, hoy por hoy, en nada a un cerebro, los nodos de la red han comenzado a funcionar como neuronas. En diez años, los microprocesadores discretos podrán ser incorporados dentro de ordenadores distribuidos, como si fueran teléfonos móviles o dispositivos como Palm [la marca precursora de los actuales tablets]. Hay que pensar en esto como un entorno ecológico y de información masivamente conectado”.

La definición del internet de las cosas

Seis años más tarde, la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, organismo dependiente de la ONU con sede en Suiza) oficializó el internet de las cosas con el primer estudio sobre el tema.

“Una nueva dimensión se ha incorporado al mundo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC): a cualquier hora, en cualquier lugar, vamos a tener conectividad para cualquier cosa. Las conexiones se multiplicarán y crearán una nueva red dinámica de redes con redes, una internet de las cosas”, anticipaba ese premonitorio informe.

Ese fue el comienzo del reconocimiento público del internet de las cosas. A finales de la década de los 2000 ya se había convocado la primera conferencia europea sobre IoT y, en 1998, el U.S. National Intelligence Council ya incluía el Internet of Things como una de las “seis tecnologías civiles más disruptivas” con impactos potenciales más allá de 2025.

Además, en ese mismo curso se lanzó la gran alianza que sentaría los principios tecnológicos básicos de este paradigma de hiperconectividad: la IPSO Alliance. Se trata de un grupo de casi sesenta aventureras empresas -entre las que se encuentran Bosch, Cisco, Ericsson, Intel, Motorola, Sun Microsystems o Google- unidas para la promoción del protocolo de internet (IP) en las redes de objetos inteligentes.

Y esa materialización de las especificaciones técnicas cobró vida en su máxima expresión un poco más tarde, en 2011. Ese ejercicio nació el nuevo protocolo IPV6 (“podríamos asignar una dirección IPV6 a cada átomo en la superficie de la tierra y aún tendríamos direcciones suficientes para otros 100 planetas”, decía en aquel momento Steven Leibson, popular periodista norteamericano) aunque también supuso el pistoletazo de salida de muchas iniciativas NFC o de otras asociaciones como la IoT-GSI Global Standards para promover la adopción de estándares para IoT a escala global. De trabajos como estos surgirían posteriormente conceptos propios del internet de las cosas como el WSN (Wireless Sensor Networks) o M2M (Machine to Machine).

Mucho baile de años y números, ¿verdad? Sin duda, el calendario comienza a estar plagado de fechas señaladas. Pero ese 2011 es clave en el devenir de la obsesión por conectarlo todo a la que nos estamos enfrentando.

Tanto es así que fue ese mismo curso cuando el internet de las cosas pasó a formar parte del prestigioso ‘círculo del hype’ de la firma de análisis Gartner. Se trata de una gráfica anual en la que sus expertos incluyen las principales tendencias tecnológicas que están por llegar, ordenadas tanto por el interés de la industria en ellas como por su estado de madurez y viabilidad para ser reales en un plazo que va desde el momento actual hasta más allá de un lustro.

La consagración del IoT

Ha pasado más de una década y el devenir de los acontecimientos ha ido consolidando esta tendencia del internet de las cosas, aunque no al ritmo estratosférico que algunos estaban esperando.

Muchas son, de hecho, las previsiones de expertos que han tenido que irse corrigiendo a la baja ante los retrasos en la adopción del IoT: hubo fuentes que se atrevieron a aventurar que veríamos 100.000 millones de dispositivos conectados en 2020, cifra rebajada a 50.000 millones por Cisco y, finalmente, ajustada por la firma de análisis Gartner a 20.400 millones de objetos inteligentes en funcionamiento para finales de la década (aunque al principio estos analistas habían estimado alrededor de 26.000 millones), pasando por los 30.000 millones esperados por ABI Research.

En el lado de las predicciones modificadas al alza, encontramos uno más reciente de GSMA Intelligence. Éste proyecta un mercado global del internet de las cosas valorado en más de un 1,1 billón de dólares para el año 2025. La razón se semejante volumen de negocio (1,1 trillion en nomenclatura anglosajona) radica en el paso del interés de negocio desde la conectividad pura y dura a las plataformas, aplicaciones y servicios.

“A medida que la cantidad de dispositivos de consumo conectados y máquinas industriales crezca rápidamente, el ecosistema de IoT evolucionará para convertirse en un mercado de un billón de dólares en el transcurso de la próxima década. Pero la oportunidad de ingresos de IoT está pasando de simplemente conectar dispositivos a abordar sectores específicos con soluciones personalizadas, y los actores del ecosistema exitosos necesitarán adaptar sus modelos comerciales en línea con estas tendencias del mercado”, destaca el informe de GSMA Intelligence.

Con todo ello, y volviendo a cifras de Cisco, se espera que en 2022 haya 28.500 millones de conexiones y dispositivos personales fijos y móviles (18.000 millones en 2017), lo que equivale a 3,6 conexiones/dispositivos por persona (2,4 en 2017). Si ponemos las miras en España, habrá 344,1 millones de dispositivos conectados (7,4 por persona) frente a los 202 millones de 2017 (4,4 per cápita).

Unos datos de lo más prometedores, dentro de los que podemos ahondar un poco más para encontrarnos con que el centro de datos y análisis de información está siendo el segmento de IoT de más rápido crecimiento, alcanzando una tasa de crecimiento anual compuesto (CAGR) del 50% de 2017 a 2021. Por su parte, los proveedores de servicios en la nube (CSP) surgen como actores influyentes de servicios de IoT, consultoría y análisis para empresas, dejando oportunidades más pequeñas para otros proveedores en industrias especializadas.

Entre los frenos que aún existen en torno al internet de las cosas, uno de los más destacables es la ciberseguridad. En ese sentido, Bain descubrió que las empresas comprarían más dispositivos de IoT y pagarían hasta un 22% más en promedio por ellos si se abordaban los problemas de seguridad. Igualmente, el estudio afirma que los proveedores no han simplificado la integración de las soluciones de IoT en los procesos de negocio tanto como las empresas esperaban.

Por otro lado, queda pendiente la introducción final de la inteligencia artificial en la actividad más elemental del internet de las cosas con el objetivo de dotar de valor real a este nuevo paradigma de objetos conectados. De hecho, los fundamentos del IoT, como las cámaras y los sensores que tradicionalmente recopilan datos de forma pasiva para su procesamiento en la nube, brindan una oportunidad extraordinaria para explotar esa información en el extremo mediante algoritmos avanzados de IA.

IoT en salud y movilidad

En abstracto, las posibilidades del internet de las cosas se antojan inmensas, pero para poder caer en su verdadera dimensión necesitamos poner cara a algunos de sus casos de uso. Y, hoy por hoy, ya tenemos muchos ejemplos que nos muestran su ingente potencial; el mismo que se verá incrementado de manera exponencial cuando estos dispositivos conectados reduzcan su tamaño al de una mota de polvo.

Empecemos por lo más importante para nuestras propias vidas: la salud. En este campo, existen propuestas tan interesantes como la de FreeStyle Libre, un medidor de glucosa desarrollado por Abbott que permite registrar los niveles de azúcar en sangre sin necesidad de pinchar el dedo, de forma rápida y discreta. ¿Cómo lo hace? El sistema emplea un pequeño sensor que se coloca sobre la piel del diabético, insertando una fina lámina de menos de cinco milímetros en el cuerpo. Es ese dispositivo el que queda sujeto -incluso bajo el agua o al hacer deporte- y es preciso durante 14 días, tras lo cual debe ser reemplazado. Para leer los resultados, el paciente tan sólo debe acercar un lector NFC al sensor, incluso sobre la ropa.

La movilidad también es un vertical que está empezando a adoptar el internet de las cosas de forma masiva. Además del coche autónomo (donde sensores tan magníficos como el LiDAR permiten entender todo el contexto del vehículo), encontramos propuestas más inmediatas como una que debemos a investigadores de la Universidad de Almería y la Universidad italiana de Salento. Estos científicos han empleado un sistema de sensores inteligentes en vehículos de cuatro ruedas capaz de avisar de inmediato ante posibles accidentes producidos por derrape o exceso de peso. Para configurar el dispositivo, los investigadores han simulado por ordenador una serie de maniobras que pueden originarse durante la conducción, como los adelantamientos o la incorporación de vuelta al carril derecho, entre otras. El objetivo de estas pruebas no es otro que detectar en cada caso el ángulo de deslizamiento o derrape, es decir, la posición que forma la rueda con el sentido de la marcha del automóvil.

Estos coches conectados serán capaces de enviar a un servidor central la posición exacta y la ruta del coche, de modo que el sistema pueda recomendar no sólo la mejor ruta (como actualmente sucede), sino también incluso ofertas de establecimientos en las cercanías de nuestro destino o propuestas de ocio en función de la hora a la que nos movamos. El historial de localización también dice mucho de nuestros hábitos de vida, con lo que los fabricantes tendrán en su mano una información de altísimo valor para los anunciantes y agencias de publicidad. Si las autoridades y asociaciones de protección de datos están preocupadas por lo mucho que las compañías saben de nosotros con nuestra navegación en internet y las famosas cookies, imagínense cómo será cuando las marcas sepan exactamente qué restaurantes nos gustan más, cuál es el centro comercial que más frecuentamos o a qué hora nos gusta ir a tomar unas cañas con los amigos.

Coche Conectado

En esa misma línea, los distintos coches conectados podrán hablar entre sí de modo que la información del tráfico esté actualizada en tiempo real, evitando accidentes y congestiones en las grandes ciudades. De hecho, en un caso todavía muy lejano, los datos de localización y velocidad de los coches autónomos se podrán combinar con los sistemas de smart city de modo que los semáforos se ajusten a la demanda real de automóviles e, incluso, sean eliminados por completo una vez que todos los coches sean capaces de ajustar su ritmo de modo que puedan adaptar su velocidad de forma automática para cruzarse sin colisionar.

Las aseguradoras y las autoridades de tráfico -en la medida en que la ley lo permita- serán los segundos mayores beneficiarios de la llegada de los coches conectados. En ese sentido, sensores que ya se están comenzando a implantar (como los de cansancio, salida del carril, distancia de seguridad, etc.) junto a parámetros tradicionales (como velocidad, frenazos o mantenimiento del coche) servirán para que las compañías de seguros puedan conocer mejor nuestra forma de conducir, determinando si somos buenos o malos conductores.

Y, como la información es valor, las aseguradoras podrán usar esos datos para bajarle la póliza a los conductores que respetan las normas y muestran un estilo conservador de conducción; al mismo tiempo que podrán negarle o subirle el precio de la póliza a aquellos ciudadanos que representen un potencial riesgo de accidentes.

Por otro lado, IBM sorprendió a propios y ajenos en 2015 al pagar más de 2.000 millones de dólares por The Weather Company, una firma especializada en información meteorológica y cuyos miles de sensores en todo el mundo representan una fuente de datos esencial para multitud de cálculos: desde el propio cambio climático hasta predicciones sobre agricultura, ventas de tiendas físicas o, paradójicamente, expectativas de tráfico rodado.

Pues bien, los coches conectados representan una evolución sustancial en este aspecto, ya que pasaremos de contar con miles de estaciones meteorológicas a millones de vehículos en movimiento, capaces de ofrecer información en tiempo real del tiempo en todo el planeta. Y todo por un coste ínfimo (un sensor individual de temperatura, viento, etc,, ya disponible en la mayoría de coches actuales) y una buena red de comunicaciones.

Y si los sensores del vehículo nos permitirán tener un ingente Big Data en tiempo real de las condiciones meteorológicas, no debemos olvidarnos de mirar hacia abajo, hacia el pavimento. En ese sentido, los coches conectados van a recopilar millones de datos sobre el estado de la carretera (nuevos baches, peraltes o cambios de rasante peligrosos, potenciales puntos negros en los que muchos conductores han frenado inesperadamente, etc.) con los que las autoridades encargadas de las infraestructuras podrán tomar mejores decisiones. Se acabaron las inspecciones periódicas de las vías y los estudios externos para asegurar que las carreteras por las que circulamos cumplen con los máximos estándares de calidad: nosotros mismos, a través de nuestros propios coches, seremos los encargados de proporcionar estos datos al gobierno.

En un futuro algo más concreto, los distintos sensores del coche podrían recoger todos los datos previos a un accidente, al más puro estilo de las cajas negras de los aviones. De esta forma, tanto la policía como las aseguradoras podrán conocer el contexto en que se ha producido un incidente, determinando mejor la causa del siniestro y la culpabilidad del mismo.

Smart cities y sostenibilidad

Hay mucho más: en ciudades como Madrid se están probando miles de módulos que monitorizan horariamente el consumo de agua de cada ubicación. Dicha información se transmite de forma inalámbrica a través de la red mediante tecnología NB-IoT, tecnología especialmente útil en lugares de “cobertura profunda”. Con este fin, se han desplegado 64 módulos de comunicaciones, con los que se realiza la lectura horaria en remoto de cerca de 1.200 contadores distribuidos por distintas áreas geográficas del municipio de Madrid, incluidos lugares emblemáticos como el Real Jardín Botánico o el Museo del Prado. El propósito, además de ofrecer más información en tiempo real, es detectar posibles incidencias en la instalación que puedan provocar una pérdida de agua.

La lucha contra el cambio climático también encuentra una inestimable ayuda en el internet de las cosas. Muestra de ello es Climo, una herramienta de medición del aire y los microclimas en tiempo real desarrollada por Bosch e Intel. Quizás su apariencia no es precisamente bella, pero es que ese no es su cometido (apenas van colocados en farolas o postes altos de la ciudad, alejados de miradas insensatas). Lo importante es lo que hay dentro de esa caja: ocho sensores y capacidad de cómputo para analizar hasta 12 parámetros distintos, incluyendo 10 contaminantes habituales en nuestras ciudades: monóxido de carbono, óxido nítrico, óxido de nitrógeno, ozono o dióxido de azufre, entre otros. Más allá de eso, este dispositivo también es capaz de controlar la temperatura exterior, la humedad relativa, las condiciones de luz, sonido, presión e incluso la presencia de polen, uno de los causantes más habituales de alergias entre la sociedad.

Imagen de Climo, la herramienta de medición del aire y los microclimas en tiempo real desarrollada por Bosch e Intel.

Otras empresas como la estadounidense Rainforest Connection ya están trabajando en esta línea: convierten viejos smartphones en sistemas de escucha remota para detectar la tala ilegal de árboles en bosques y selvas. Por el momento, ya han llevado esta tecnología al Amazonas o a la región de Kalimantan en Indonesia, dos de los pulmones verdes de la Tierra.

Pero la verdadera revolución por la sostenibilidad provendrá de la introducción del IoT en el sector agrario, especialmente en los países subdesarrollados done estas prácticas suelen ser más agresivas con el entorno. La agricultura de precisión, lograda gracias a dispositivos conectados que monitorizan las condiciones externas en tiempo real, permite limitar al mínimo el uso de plaguicidas, fertilizantes y agua. En paralelo, también se puede reducir la superficie a explotar, evitando la deforestación de zonas especialmente ricas en recursos forestales.

Si dejamos el campo y volvemos a las ciudades -donde se produce gran parte de las emisiones de CO2 en la actualidad) también vemos cómo el IoT está ya impactando (y más que lo hará) en la gestión medioambiental. Desde las smart grids (redes eléctricas de nueva generación, constantemente monitorizadas y gestionadas de forma automática) hasta los sistemas domésticos de eficiencia energética (sensores para las smart homes que reducen el consumo eléctrico), muchas son las aplicaciones concretas -también en la incipiente industria 4.0- que ya podemos ver en nuestro día a día. Sin olvidar su extensión a gran escala, por toda la urbe, mediante el desarrollo -dentro del amplio concepto de las smart cities- de sistemas de detección de posibles gases contaminantes que ayuden a tomar mejores decisiones a los gobiernos municipales.

Eso es, por ejemplo, lo que está llevando a cabo la Oficina de Protección Ambiental de Beijing (BEPB) y otras autoridades municipales de China junto a IBM dentro de su iniciativa Green Horizons: una red de sensores repartidos por Beijing proporciona los datos de contaminación en tiempo real que necesitan los gestores para restringir el tráfico rodado o establecer medidas de eficiencia energética más estrictas en los edificios públicos.

IoT en la industria

El ámbito industrial también ve en el internet de las cosas una posibilidad inmejorable para solventar muchas de sus asignaturas pendientes. Una de ellas es la automatización de procesos, mediante la unión de toda esa sensórica conectada en las máquinas con sistemas de inteligencia artificial que pueda predecir errores (mantenimiento preventivo) o fórmulas de mejora en la forma en que opera la fábrica.

Un entorno industrial altamente automatizado.

A su vez, la gestión de flotas comerciales integradas por coches conectados encuentra en IoT soluciones sencillas para, entre otros usos, el mantenimiento preventivo y alertas para anticipar reparaciones, recibir avisos en tiempo real sobre el estado del vehículo, o la conexión a accesorios de terceros (navegadores, sensores telemáticos, etc.). Además, permite la integración con sistemas para la gestión de clientes, que facilita un mayor nivel de atención personalizada y trámites más ágiles.

De hecho, el control del inventario ha sido tradicionalmente una tarea de conteo manual, tedioso y expuesto a constantes fallos. Optimizar el inventario y conocer su situación en tiempo real mejora la gestión de los productos en tienda y la atención a los clientes. Los sistemas de identificación por radiofrecuencia o RFID (Radio Frequency Identification) se basan en una tecnología que permite detectar objetos a distancia sin necesidad de contacto. Y, finalmente, el uso de IoT aplicado a los drones facilita la monitorización de instalaciones de gran extensión, y reduce los desplazamientos de trabajadores en momentos puntuales (incidencias y mantenimiento). Otros usos de drones con IoT son la gestión de redes de abastecimiento, el control de cultivos y granjas, la seguridad en playas y montañas e incluso el control de carreteras.

Todo ello, ejemplo de un presente y futuro ilusionante para una tecnología, el internet de las cosas, llamada a ser omnipresente en nuestras vidas.

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¿Qué es IOT (Internet de las Cosas) y cómo funciona?

El Internet de las cosas, IoT, es una megatendencia que va más allá del nivel técnico. Las posibilidades crecen exponencialmente cuando la cantidad de cosas conectadas se cuentan en miles de millones y el impacto económico en billones de euros. Las oportunidades de negocio son mucho más grandes, pero es en el contacto con los usuarios, donde radica la gran diferencia y los productos conectados se perciben como inteligentes. Las cosas pueden comunicarse hasta de forma remota.

En la última década, el IoT ha ido llegando poco a poco a nuestra vida diaria, gracias a la evolución de las comunicaciones inalámbricas, como Wifi, 4G y ahora 5G. Representa un futuro en el que todos los objetos cotidianos, computadoras, teléfonos móviles, televisores, automóviles, refrigeradores estarán conectados a internet. Serán reconocibles y estarán constantemente conectados entre sí para comunicarse e intercambiar información y datos. Hoy en día, muchos sectores de la economía utilizan el IoT para mejorar los procesos existentes o para desarrollar servicios nuevos e innovadores.

¿Qué es el Internet de las cosas o IoT?

El internet de las cosas, que generalmente se conoce con el nombre en inglés Internet of Things (IoT), es una nueva revolución tecnológica que tiene como objetivo conectar todos los objetos que usamos en nuestra vida diaria con internet. Creando así una enorme red global de objetos únicos, que pueden compartir información para completar tareas programadas. IoT es simplemente cosas que pueden comunicarse entre sí y compartir información importante con nosotros, los humanos. Podemos decir que el IoT conecta los mundos digital y físico entre sí.



Para que algo se clasifique como un producto conectado de forma inteligente, existen varios criterios. La más obvia es, por supuesto, que el objeto debe tener una conexión a internet o alguna otra forma de red. Pero, existen otros criterios para tomar en cuenta. Uno de ellos es que el objeto debe tener la capacidad de monitorear su entorno. Si imaginamos una alarma de humo, tiene la capacidad de detectar si hay humo en el entorno local.

Otro requisito es el control. Dependiendo de lo que esté sucediendo en el entorno, el objeto debe poder realizar una o más acciones. Por ejemplo, la alarma de humo cuando detecta humo, puede comenzar a hacer sonar la alarma y parpadear. El tercer requisito es la optimización. Aquí es cuando la alarma de humo pasa de ser una simple alarma de humo a algo más. Se trata de que el producto utilice algoritmos que puedan informar al entorno sobre el servicio y qué piezas pueden y necesitar ser reemplazadas.

¿Cuándo nace este concepto?

El término «Internet de las cosas» fue acuñado por Kevin Ashton, emprendedor y cofundador del Auto-ID Center del MIT. Ashton formó parte de un equipo que descubrió cómo conectar objetos a Internet mediante una etiqueta RFID. Utilizó por primera vez el término «Internet de las cosas» en una presentación en 1999. Si bien Ashton fue el primero en hablar sobre Internet de las cosas, el concepto de dispositivos conectados, especialmente máquinas en red, se conocía desde hacía mucho tiempo.

Las máquinas se comunican entre sí desde que se desarrollaron los primeros telégrafos eléctricos, a finales de la década de 1830. También se incorporaron al IoT las transmisiones de radio de voz, las tecnologías inalámbricas (Wifi) y el software SCADA (control de supervisión y adquisición de datos). En 1982, una máquina de Coca-Cola modificada en la Universidad Carnegie Mellon se convirtió en el primer aparato inteligente conectado en red. La Ethernet local de la universidad, permitió a los estudiantes averiguar qué bebidas estaban disponibles y cuáles frías.

Después de dos décadas, desde que Kevin Ashton acuñó el término, la imagen de lo que es IoT finalmente es más clara. Ya no es un concepto, ahora se ha transformado en un estado real donde los dispositivos están más conectados al software, las computadoras e Internet, y se comunican los datos entre sí. Cisco Systems dijo que el nuevo IoT «nació» entre 2008-2009, citando los resultados de una investigación estadística sobre la relación entre el crecimiento de la conectividad humana con los dispositivos, la cual experimentó un gran aumento.

¿Por qué es tendencia actualmente?

El Internet de las cosas (IoT) está creciendo y creciendo, lo que está cambiando al mundo tal y como lo conocemos de manera vertiginosa. Los dispositivos inteligentes, la tecnología conectada y el análisis de datos están impulsando avances revolucionarios en los diferentes sectores de la economía como el comercio, la agricultura y la industria. El Internet de las cosas juega un papel particularmente importante en la Industria 4.0, donde garantiza la máxima eficiencia y disponibilidad de recursos.



El IoT está consolidando continuamente su posición como la tecnología pionera de nuestro tiempo. La mayoría de los proyectos de IoT industrial (IIoT) se implementan en el sector manufacturero, ya que aquí es donde la mayoría de los fondos se han puesto a disposición hasta ahora. Una guía de gastos reciente de International Data Corporation (IDC) predice que la inversión global en IoT alcanzará los 1,1 billones de dólares en 2023. Las ramas comerciales de procesos de fabricación, producción y transporte representarán alrededor de un tercio de esto.

¿Qué tecnología usa IoT?

El internet de las cosas emplea múltiples tecnologías para aplicar en los diferentes dispositivos. Conoce dos de estas tecnologías de vanguardia al servicio del IoT:

Tecnología 5G: Esta tecnología gracias a las mejoras en la velocidad que presenta permite que la IoT den un gran avance tanto cualitativo como cuantitativo en aplicaciones como operaciones quirúrgicas con robots a distancia o coches autónomos. 5G, va a permitir desvincular en un futuro próximo los dispositivos IoT de las redes de wifi.

Esta tecnología gracias a las mejoras en la velocidad que presenta permite que la IoT den un gran avance tanto cualitativo como cuantitativo en aplicaciones como operaciones quirúrgicas con robots a distancia o coches autónomos. 5G, va a permitir desvincular en un futuro próximo los dispositivos IoT de las redes de wifi. Inteligencia artificial y aprendizaje automático: estas tecnologías brindan a las empresas la capacidad no solo de administrar y procesar grandes cantidades de datos de IoT, sino también de analizarlos y aprender de ellos. Big Data es el alimento favorito de la IA y el aprendizaje automático. Cuanto más grandes y diversos sean los conjuntos de datos, más robustos y precisos serán los conocimientos y la información que puede ofrecer la analítica avanzada impulsada por la IA.

¿Qué ventajas tiene a nivel empresarial?

El internet de las cosas a nivel empresarial ofrece diferentes ventajas. Los viejos modelos de negocio se están desplazando y se están abriendo nuevos. El reabastecimiento automático de productos es solo un ejemplo de cómo IoT abre nuevas oportunidades para los servicios que utilizan datos en tiempo real. Otra ventaja es la enorme ganancia de eficiencia. Al automatizar los procesos comerciales y de fabricación se optimiza la logística y, en particular, el uso de recursos.



Gracias a la automatización en la producción y la logística, las máquinas utilizadas pueden adaptarse de forma independiente a los requisitos de producción. Las máquinas pueden incluso realizar el mantenimiento de forma independiente. Otras ventajas son:

Nuevos modelos de negocio y oportunidades de venta.

y oportunidades de venta. Aumento de la productividad y la satisfacción de los empleados a través de dispositivos portátiles como gafas inteligentes.

y la satisfacción de los empleados a través de dispositivos portátiles como gafas inteligentes. Experiencia del cliente de alta calidad a través de productos y servicios personalizados, así como servicios integrados al cliente.

Ejemplos del internet de las cosas

Cada día son más los ejemplos del Internet de las cosas que tenemos en nuestra vida cotidiana. Es que, cuando se trata de hacernos la vida más sencilla, son muchos los dispositivos que podemos encontrar.

Entre los ejemplos de Internet de las Cosas más comunes están:

Bombillas y cerraduras inteligentes

Electrodomésticos Smart

Termostatos

Cepillos de dientes

Botellas de agua

Espacios de aparcamiento

Autos

Cada uno de estos dispositivos es un ejemplo de internet de las cosas aplicado hacia el beneficio de la sociedad. Además, son el primer paso hacia un mundo mucho más conectado del que seremos parte.

¿Cambiará el futuro como lo conocemos?

Indudablemente que el IoT va a cambiar el mundo en un futuro próximo de como lo conocemos actualmente. Hoy en día, millones de objetos de IoT están conectados a Internet todos los días. En unos años, estaremos rodeados de cosas inteligentes y conectadas. Varios aspectos de nuestra vida cambiarán, muchos positivos pero otros negativos. Es casi seguro que la privacidad se verá afectada. Sin embargo, el desarrollo es necesario, incluso si no podemos controlarlo por completo nosotros mismos.

Debemos aprender a manejar el Internet de las cosas, como lo hemos hecho con todas las demás tecnologías. Seguramente la generación mayor sentirá que tiene demasiado que manejar. Los jóvenes que crecen hoy, por otro lado, experimentaran IoT como algo natural. El Internet de las cosas nos ayudará en gran medida, sobre todo ambientalmente. Esta tecnología puede, hacer que la población sea más saludable, aumentar las oportunidades de todos para una vida mejor y crear un mejor futuro.

Última actualización: 15/05/2022

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